martes, 11 de septiembre de 2012

Balcánica España


Los nacionalistas catalanes ya han lanzado el órdago al Estado español: o los no catalanes pagan (acuerdo fiscal) o los catalanes se van. Como todo órdago que se precie, se lanza con la convicción de que el adversario se va a acobardar ante el envite y se retirará. Pero también cabe la posibilidad de morir en el intento, abreviando así la agonía.  

¿Qué futuro esperaría a una Cataluña independiente? Nadie se lo ha planteado antes del órdago, y quienes lo lanzaron o permitieron que se lanzara prefieren pensar que con el órdago será suficiente para que el Estado se rinda sin condiciones.

Pero, tras este primer órdago de Cataluña, vendrá inmediatamente el órdago del País Vasco. Así pues,  ¿puede el Estado no aceptar el órdago y obligar a que todos levanten sus cartas?

España como actor económico está al borde de la asfixia, y sus preocupados prestamistas asisten ahora atónitos a la amenaza de desintegración progresiva del moroso…  La pregunta inexorable que ahora se plantearán los socios e inversores europeos es ¿lo que quede de España podrá o querrá pagar sus deudas? La prima de riesgo nos lo dirá.

lunes, 30 de abril de 2012

Los programas políticos sólo comprometen a quienes votan por ellos


Desde finales del siglo XIX y, especialmente, desde mediados del siglo XX, cabría pensar que el “márketing político” se ha convertido en la única herramienta que permite ganar (o perder) elecciones.
Ya en la segunda parte del decenio de 1970, cuando yo aún estudiaba ciencias políticas en la universidad, un grupo de estudiantes hicimos un ejercicio de lectura comparativa para ver lo que tenían en común los programas de los recién nacidos partidos políticos y lo que los diferenciaba.
Comprobamos con sorpresa que las promesas electorales de los principales partidos con opción de gobierno eran casi idénticas: todos ellos ofrecían más libertad, democracia, progreso social, reconciliación entre los españoles, defensa del estado de derecho, integración en Europa, etc…
La única diferencia apreciable que observamos era la relativa a la OTAN, crisol de maldades y sumisión al “Gran Satán” para unos, y garantía de defensa y libertad para otros. En el resto de los programas, no aparecía ninguna promesa que supusiera un compromiso basado en cifras concretas. En resumen, llegada la hora de hacer balance, no había manera de cuantificar en qué medida se había cumplido el programa electoral, pues éste no incluía nada que fuera cuantificable (más libertad, democracia, progreso social, defensa del estado de derecho, integración en Europa no son factores que se puedan medir objetivamente).
A principios del decenio de 1980, curiosamente, los que defendían la pertenencia a la OTAN estaban en el poder y se manifestaban convencidos de la conveniencia de la adhesión, pero se negaban a convocar un referéndum sobre el particular, tal y como exigían sus detractores bajo el lema “OTAN: de entrada, NO”.
Al final, España se incorporó a la OTAN y,  cuando los detractores llegaron al Gobierno en 1982, se sintieron obligados a cumplir su promesa de convocar un referéndum sobre la cuestión y, aunque remolonamente, acabaron por convocarlo, pero esta vez solicitando el sí a la adhesión.
Al final de esa legislatura, los partidos políticos evolucionaron y, para las elecciones siguientes, todo programa electoral llevaba alguna promesa concretada con números que, según los analistas de entonces, si se hacía realidad, serviría para convencer a los electores de volver a votar al partido en cuestión. Así, Felipe González prometió 800 000 puestos de trabajo para acabar con las posibilidades electorales de la derecha, y lo consiguió en forma de holgada mayoría parlamentaria.  Al finalizar la legislatura, había perdido 800 000 puestos de trabajo (una “ligera” desviación del 1000 por cien) y, pese a todo, volvió a ganar las siguientes elecciones con mayoría absoluta.
Así hasta finales de los años 90, en que el Partido Popular ganó las elecciones por los pelos con un programa electoral cuantificable al, digamos, 50 por ciento. Esas promesas electorales se cumplieron, más o menos, al 80 por ciento. En las siguientes elecciones, el PP obtunvo una holgada mayoría absoluta con un programa electoral claro y cuantificable al 80 por ciento; al final de la legislatura, lo había cumplido al 80 por ciento, pero perdió las elecciones estrepitosamente.
Hay quien lo achaca a los trágicos sucesos del 11-M, otros lo atribuyen a la intervención en la guerra de Irak, al escaso “sex appeal” del candidato del PP frente al del PSOE, a la catástrofe petrolera del hundimiento del “Prestige”, y otros, entre los que me cuento, a una combinación de todos estos factores… El caso es que, visiblemente, el voto de los españoles no se guió por el cumplimiento de las promesas realizadas, sino por criterios distintos y difíciles de cuantificar. Todos recordamos que, en las elecciones de 2008, el PSOE ganó con el lema “Por el pleno empleo”, y que en 2012, el PP ganó prometiendo, entre otras cosas, que no subiría los impuestos porque eso sería “una barbaridad económica”.
Por desgracia, ahora sufrimos en nuestras carnes el incumplimiento flagrante de ambas promesas, y sin embargo, Andalucía ha votado mayoritariamente por mantener a la izquierda, liderada por el PSOE, en el Gobierno; y, habida cuenta del fracaso de las manifestaciones convocadas por los sindicatos, no parece que el incumplimiento de la promesa fiscal del PP haga mella en sus posibilidades electorales.
Así pues, y como conclusión, parece demostrable empíricamente que, en España al menos, los programas políticos sólo comprometen a quienes votan por ellos, y no a quienes los elaboran.
Las preguntas que se derivan de ello resultan muy difíciles de responder: entonces ¿qué hace que un partido político gane o pierda elecciones en España? ¿Son los votantes como los “hinchas” de fútbol, y votan  de manera temperamental por la imagen que tienen del partido político, más que de manera racional por su actuación real? ¿O bien se utiliza el voto para castigar al partido en el poder más que para cambiar la orientación política del gobierno? ¿Existen “techos electorales” de los partidos que hacen que lo determinante para los resultados electorales no sea el voto, sino la abstención?
Y estas interrogantes conducen a otra más general e inquietante: ¿Han madurado políticamente los españoles tras 36 años de ejercicio de la democracia? 

martes, 17 de abril de 2012

Machine translation: a wonderful tool, but not for every occasion


Machine Translation (MT) is no doubt a useful tool in many environments, and represent a major step as a communication technology, as it fosters exchanges between people and companies that, until now, would have never dreamed of usefully communicating with counterparts all over the world.
MT bring something valuable to human relationships, and open enormous possibilities to commercial and personal exchanges all over the planet.
But MT cannot be properly considered per se a translation, as shown by the fact that research departments of prestigious companies and universities may work on its possible uses, but do not publish their findings using MT, and tribunals do not use MT for their elements of proof or the issuance of judgments.  
The obvious conclusion is that MT is very useful in many cases, but not in all cases.
In times of increased financial difficulties, many organizations consider cutting in what they consider “non-essential” activities (cleaning, postal expenses, redundant staff, auxiliary services and so on). But no potential investor would expect them to cut expenses in their core activities, and no one would think that Microsoft or Mercedes Benz should reduce their spending in their engineering labs or by lowering the level of qualification of candidates for the recruitment of developers. They will lower the level of spending, for instance by reducing the number of projects or delaying  some of them, but they will do everything possible to retain their top level staff and keep the high standards required for production. They have proven many times that they can survive major economic crises by keeping the focus on their added-value chain and adapting to the market.
Until the 1990’s, the IGOs used to spend a considerable portion of their budgets in translation services, and saw good reasons for it: equality of treatment of member states, by ensuring to all the possibility to participate with their best quality reflection (i.e. using their own mother tongue) in order to succesfully contribute in solving serious problems affecting great numbers of people; almost instant dissemination of the outcome of their reflections; and offering to Member States the means for a democratic dialogue among nations.
But in the 1990’s, technology came in and created great expectations in terms of the cost effectiveness of operations. Railways and airlines started dreaming of the almost unbelievable savings that would bring unmanned trains and planes. Armies immediately saw  the potential of drones and “surgical hits”, and so on. And they started diverting the resources provided in their budgets towards that objective. And then reality came, and driving a train or piloting a plane appeared to be much more resistant than originally expected to automation. Wars fought using state-of-the-art technology were either lost or, at least, not won. What these unexpected results had in common? That, when it comes to resolve complex issues requiring more than the mere technical training in repetitive actions and the need to adapt to unforeseen circumstances, the human brain is the one factor that makes the difference.
So, being the human factor the key for the activity itself, does that mean that nothing has changed, that translators have to do their work today as they used to do it 20 years ago? Progress in communication and information technologies has necessarily had an impact on the scenario, and advances in these two domains have benefited translators to a certain extent.
Translation is one of the most specialized activities of the human being, because translating is not only connected with linguistic competence, but also with intertextual, multicultural, psychological and narrative competence. As any good reader knows, translation can never be reduced to the rule-based or statistical substitution of one set of lexical and grammatical forms (or segment) by another set in the other language. Translation is not the mere similarity in meaning. While carrying out translation work, the translator has constantly to make decisions in order to reach what Mason calls a "functional equivalence", which means that the translation must generate in the target language the same effect aimed at by the original.
Is there any statistical or rule-based program able to provide the functional equivalence of any articulate work? The practical answer is somewhat easy: no publishing house, for instance, will publish a MT of the latest best-seller for which it bought the rights. It might underpay a translator to do the job, but it will use a translator. Would any of us submit to a tribunal in a foreign country a statement processed by MT?   Would any company sign a contract on the basis of a MT of it?
Any Statistical MT system provides an output that resembles more and more to human translation, but it must be clearly understood that no MT system would pass the translation tests to which candidates are subject in any competitive examination for entering a professional translation organization, be it public or private. 
So, the use of MT in such organizations appear clearly as a limited option (repetitive documents or, in cases where end-users would be ready to accept "gisted" texts, textual approximations offering, in the best of cases, “similarity of meaning” through post-editing) and as a political choice aimed at divert translation’s budgetary resources to other fields of activity.
No doubt that there is room for MT use in public and private organizations, either for gisting or, if resources so require, machine translation, provided that final users of such documents are made aware of the limitations of such methods of work;  but when it comes to documents of major importance (treaties, legal and financial content, technical processes, political statements, etc.), no matter what the level of available resources is, translation proper, i.e. finding functional equivalents from a source language into a target language, can only be done by human translators who, beside having an extended professional experience, must be able to quickly get familiar with the issues and domains relevant for the organization for which they work. 

sábado, 14 de abril de 2012

Inventario anatómico-forense del ciudadano español de 2012


Un ciudadano español de cada quince expresa su voluntad de independencia del territorio en que habita. Un ciudadano de cada tres está dispuesto a conceder la amnistía a los terroristas de ETA. Un ciudadano de cada cuatro preferiría que Cataluña y el País Vasco se independizaran de España.
Uno de cada dos ciudadanos que habitan en el estado español vota conscientemente  a un partido que le miente acerca del déficit de la administración que rige su vida. Un ciudadano de cada ocho trabaja para el sector público, y uno de cada seis depende del presupuesto público para sobrevivir. Dos ciudadanos de cada siete aceptan que la administración que los rige incumpla las sentencias de los tribunales en su territorio.

Un ciudadano de cada ocho se declara en paro al tiempo que trabaja en la economía sumergida. Un niño español de cada cinco no puede educarse en el idioma oficial del estado.  Un ciudadano menor de 30 años de cada dos está en el paro. Dos ciudadanos de cada tres defraudan en su declaración fiscal. Un ciudadano de cada dos está a favor de la intervención de la Comisión Europea en la gestión de la economía española.


Causa del fallecimiento: infarto ciudadano seguido de colapso multiinstitucional

domingo, 18 de marzo de 2012

España: La necesaria recuperación de un consenso constitucional


Si aceptamos que, hoy como ayer, la política es el arte de lo posible en un contexto de confrontación continua de intereses antagónicos, y una lucha en la que sólo triunfan quienes son capaces de aunar mayor respaldo en defensa de unos objetivos que procuren un beneficio percibido como tal por el mayor número de actores políticos, y que la evolución política y económica ha derivado en España en un proceso de confrontación de intereses territoriales, en el que el Estado ha quedado desarmado y se muestra incapaz de imponer un arbitraje objetivo en beneficio del interés común a largo plazo, se hace preciso restablecer una base de consenso entre los ciudadanos que reúna una serie de elementos pactados esenciales.
En mi opinión, para que España pueda sobrevivir como Estado-nación, ese consenso ha de incorporar ocho componentes indispensables, que son los que, 34 años después de aprobarse la Constitución de 1978, han ido desapareciendo paulatinamente del discurso político de los partidos mayoritarios:
1.       La aceptación del concepto de nación como elemento integrador de los distintos intereses particulares y territoriales, sometidos al interés común del conjunto de los ciudadanos, y que sea una expresión efectiva de la  cooperación social, de unos objetivos sociales compartidos, de la reconciliación de intereses antagónicos y de la creación de un entorno social que propicie un régimen democrático justo y de libertad individual. 
2.       La articulación política de los intereses particulares en un órgano de representación nacional, y de los intereses territoriales en un órgano de representación territorial sometido al primero.
3.       La defensa de la libertad civil, política, económica, intelectual y de expresión de todos los ciudadanos, entendida como elemento aglutinador de la nación y factor de progreso.
4.       La educación, entendida como instrucción en disciplinas del saber, interpretación común de la historia propia y desarrollo del espíritu crítico.
5.       La lengua española como instrumento de libertad y progreso y como vehículo de comunicación entre los ciudadanos y de éstos con el resto del mundo de lengua española, unida a la defensa y promoción de las lenguas vernáculas como expresión de la pluralidad e instrumento de progreso intelectual, es decir, como elemento enriquecedor del patrimonio común, y no como elemento de segregación o discriminación.
6.       La búsqueda de la prosperidad común en un marco de progreso material y espiritual, de aprovechamiento de los recursos naturales y de solidaridad entre los individuos y las comunidades, sobre la base de la sostenibilidad económica y de la preservación del entorno físico y natural como patrimonio común.
7.       La articulación consensuada de la defensa común del territorio nacional y de los intereses de la nación en el exterior.
8.       La unidad de la justicia, la fiscalidad y las instituciones de mercado, como garantía del imperio de la ley y de la igualdad de trato de todos los ciudadanos en términos de deberes y derechos.
En conclusión, como dije en mi artículo “La hora de los patriotas”, lo que esperamos de los partidos políticos es el restablecimiento de un consenso civil entre la inmensa mayoría de los ciudadanos, la lucidez necesaria para encontrar soluciones eficaces a los problemas reales, una visión clara para formularlas y una voluntad democrática firme para aplicarlas.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Reflexión sobre las causas de la penosa situación de la economía española


Todo este disparatado déficit ocasionado por las Comunidades Autónomas (eso sí, con la bendición del gobierno central) a través de su entramado de consejerías, constitutivas de un remedo de la estructura estatal, y de empresas públicas, organismos semipúblicos y fundaciones - que fue creado con dos motivos fundamentales, colocar a compañeros de partido, familiares y amigos, y esconder el despilfarro de recursos públicos, cuando no la malversación de fondos - no es sino un triste reflejo de la evolución política y moral de eso que todavía llamamos España.

En efecto, se trata tan sólo de la punta del iceberg caótico en que han sumido a España 34 años de bisagras políticas nacionalistas, esos famosos "consensos" que han permitido a PP y PSOE gobernar el uno contra el otro. El contrato social que supuso la Constitución española de 1978, basado en la asunción sin ira del pasado y la voluntad de dar cauce a un Estado de derecho social y democrático,  se ha ido diluyendo paulatinamente a través de sucesivas transferencias del Estado a las Comunidades Autónomas que no iban dirigidas a descentralizar la administración, sino a comprar una gobernabilidad improbable. Y hemos llegado a un punto en que ha desaparecido el consenso respecto de aquello que unía a los españoles, y se ha instalado una competencia fratricida por ver quien es menos español.

En conclusión, no sólo debería desaparecer el lodazal del sector público autonómico, sino también los postulados políticos que lo han permitido: como dice el refrán "de aquellos polvos, estos lodos".

domingo, 12 de febrero de 2012

La sociedad adolescente – Otra crítica contra lo políticamente correcto


Mi padre decía que un hombre sólo se vuelve tal cuando pierde a su padre. También he leído en algún lado que un adulto es un niño que ha dejado de mirarse a sí mismo. Me parece que ambas afirmaciones se completan muy bien. Un hombre, en presencia de su padre, recuerda su infancia, su condición de niño protegido (o tiranizado, según sea el padre); cuando pierde a su padre, pierde en cierto modo su infancia.

Creo que era Voltaire el que decidió que sus hijos se criaran en orfanatos, para obligarles a un contacto inmediato con la realidad social y ofrecerles así la mejor de las educaciones para enfrentarse al resto de sus vidas. Me han contado que en China existen unos internados en los que se deja a los bebés apenas empiezan a caminar, y se les enseña desde el primer día a valerse por sí mismos y a convivir con los demás niños con una mínima presencia de adultos. La única concesión al sentimiento es una foto de los padres, a la que el niño puede dirigirse cuando llora. Sólo perdiendo el contacto con sus padres pueden hacerse socialmente responsables.

Sin embargo, es preciso reconocer que esta crueldad aparente sirve su propósito. Al abreviar la infancia, la “realidad” social se convierte en la única referencia afectiva y cultural, lo cual permite pensar en un hombre nuevo, nuevo en el sentido de que su escala de valores descansa más en los valores colectivos que en la propia persona.

Un filósofo alemán afirma que el hombre como especie tiene una característica que lo distingue de todas las demás: un modo de vida cuasi uterino hasta los 10 o los 12 años en las sociedades pobres, hasta los 20 o más en las sociedades “avanzadas”. Esto da lugar a una infancia sobreprotegida, que dispone de mucho tiempo para desarrollar las diversas neurosis ligadas a una permanencia y una dependencia excesivas de sus progenitores y de la sociedad idealizada que estos representan; unas neurosis que se confortan y se complican con la aparición de la televisión, que se convierte en otro elemento de protección ficticia, en un aparato-madre que instila en la mente del espectador la falsa seguridad de una presentación “controlada” de la realidad que nos quieren mostrar, con una voz en “off” que nos describe la vida como si se tratara de una película. Una industria que produce, gracias a los avances tecnológico, películas más reales que la vida misma, que adormece el sentido crítico de quien las contempla, que abre la posibilidad de vivir en una realidad “virtual” en que la vida misma se nos aparece con guión y banda sonora. No sé si le pasará a todo el mundo pero yo, a veces, no puedo impedirme echar de menos la música cuando me encuentro en ciertas situaciones dramáticas de la vida “real”: un entierro, un adulto llorando, una pelea callejera…

Modelos y actores cada vez más perfectos, que ponen al alcance de nuestros sentidos una imagen casi palpable de la perfección. Si tienen algún defecto aparente, se maquilla, se cambia la iluminación y, por último, se retoca la imagen para borrar todo rastro de imperfección. Luego, el resultado artificial se reviste de normalidad, y los personajes que aparecen en las revistas, en el cine o en la televisión pasan a formar parte de nuestra realidad inmediata, convirtiéndose de hecho para muchos en punto de referencia.

Estamos llegando a un punto en que muchos creen estar en deuda con la sociedad, o viceversa, por que la imagen que les ha tocado acarrear durante el resto de sus vidas no responde a los cánones establecidos por la realidad “virtual” televisiva, publicitaria o cinematográfica. ¡Todo por la salud y la belleza del cuerpo! Los gimnasios proliferan, los productos llamados dietéticos se convierten en la norma alimentaria, aún a costa del sabor, de la cultura e incluso de la salud. La mayoría ve hoy con horror incontenible un pedazo de mantequilla, una patata frita o un terrón de azúcar.

Decía Sartre que Dios había muerto, sin que ello quisiera decir que no hubiera existido, ni siquiera que hubiera dejado de existir. Yo creo en cambio que Dios no ha muerto, que el hombre normal no es capaz de ser ateo, y que ese Dios que le habla ha cambiado. Hoy puede tocar a Dios, lo escucha cada día, cada día le bendice o le condena, le exige o le regala. El paraíso y el infierno están aquí. Dios no ha muerto, simplemente ha perdido su trascendencia y se ha convertido en inmediato.

Los adolescentes son probablemente las primeras víctimas de esa inmediatez de un Dios en el que no quieren creer pero que gobierna sus vidas a través de las de sus padres; son víctimas propiciatorias de ese culto a la imagen, a la falsa “normalidad”. En un periodo tan delicado como el de la adolescencia, en el que uno lo cuestiona todo y descubre un cuerpo que le asusta, porque los cambios que van apareciendo lo alejan indefectiblemente de esa falsa realidad uterina que les consideraba niños-bebés, algunos jóvenes responden con idénticas dosis de irrealidad: la evolución de mi cuerpo tiene que estar sometida a mi mente, yo soy Dios, el bien y el mal son absolutos, no tengo porqué vivir en la sociedad que me ha tocado, etc. Algunos caen en posiciones colectivas aún más extremas, las sectas, pero también en integrismos de todo tipo, desde el vegetalianismo hasta el ecologismo, pasando por el buenismo… Nunca faltará alguien lo suficientemente “lúcido” como para poder sacar partido de esa sed de irrealidad.

La parte más normal de la juventud utiliza esas tensiones para crear (recrear) los símbolos exteriores de la sociedad, aspira a crear su propia realidad. Se expresa de manera colectiva tratando de distinguirse de lo adulto que la rodea, y reinventa la provocación, la contestación y el arte de cada época. La parte más conformista es la que acepta las reglas del juego de sus mayores pero, como juventud que es, trata de llevarlas al extremo: los yuppies, los “pijos”, los “indignados”, los extremistas políticos y religiosos (si es que hay alguna diferencia entre los dos), etc. Y, por supuesto, como en toda sociedad que se precie, por el camino van quedando los marginales, los que no se reconocen en ninguna de las opciones que se les ofrecen y tratan de construir su propio ámbito de realidad aislada para huir de la “normalidad” social y de la realidad física: suicidio, drogas, anorexia, delincuencia brutal, etc.
Coincido plenamente con esa apreciación de que el ser humano vive una infancia cuasi-uterina hasta una edad demasiado avanzada, pero yo iría aún más lejos: la sociedad políticamente correcta no es más que una versión adulta del jardín de infancia. Me explico. Seguimos en la misma estructura reglamentada y alejada de la realidad física inmediata que es el jardín de infancia, sólo que ahora actuamos como adultos, es decir, como niños que han dejado de mirarse a sí mismos. El resultado es un jardín de infancia tan irreal como el infantil, pero al que hay que añadir el componente trágico de la seriedad. Los jugadores olvidaron que se trata de un juego. La guerra no se acaba a la hora de merendar. Perder las canicas tiene consecuencias. La sociedad es el jardín de los adultos, porque en él conviven, a la vez, Dios, el paraíso y el infierno.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El español como idioma de futuro


Algunos datos de interés, a efectos de la promoción del español en el mundo
1.      La lengua española tiene un alto grado de unidad, con un léxico compartido cercano al 90%, y un poco mayor en los órdenes gramatical y sintáctico, por lo que constituye el principal instrumento de integración iberoamericana y comunicación universal.
2.      El castellano, idioma oficial en 20 países y hablado por 450 millones de personas en el mundo, 50 de ellos en EE. UU., constituye la segunda «lengua internacional de comunicación», lo que ofrece oportunidades de penetración para todo tipo de negocios.
3.      El español es el tercer idioma más utilizado en la red por número de internautas, aunque sólo tres países de habla hispana, España, México y Argentina, se encuentran entre los 20 con el mayor número de usuarios.
a.      Hay 164 968 742 usuarios de Internet de lengua española, lo que representa el 7,8 % del total de usuarios de Internet.
b.      La población estimada de lengua española en 2011 asciende a 423 085 806 personas, de las que sólo utilizan Internet un 39 %.
4.      En el periodo 2000-2010, la presencia del español en la red ha crecido un 807,4 %
5.      En 2030 el 7,5 % de la población mundial será hispanohablante (un total de 535 millones de personas), un porcentaje muy por encima del ruso (2,2 %), del francés (1,4 %) y del alemán (1,2 %).
6.      El comercio bilateral entre dos países de habla hispana es un 290 % mayor que entre países que no comparten este idioma.
7.      Entre las principales conclusiones  del IV Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en 2007 en Cartagena de Indias (Colombia), se afirmó que, a pesar de la enorme expansión de sitios en español, la demanda sigue insatisfecha, y que el mundo hispanohablante requiere cada vez más y mejores contenidos en Internet.

Los tres idiomas más utilizados en la red
( Número de usuarios por idioma )


Idiomas más usados en INTERNET
Usuarios de Internet
por Idioma
Penetración en Internet
por idioma
Crecimiento
en Internet
(2000 - 2011)
Usuarios de Internet
% del Total
Población mundial
para este idioma
(estimación 2011)

565 004 126
43,4 %
301,4 %
26,8 %
1 302 275 670

509 965 013
37,2 %
1 478,7 %
24,2 %
1 372 226 042

164 968 742
39,0 %
807,4 %
7,8 %
423 085 806

Los gobiernos de los países hispanófonos han iniciado un importante esfuerzo de reivindicación y promoción del uso del español.
1.      México, país pionero en la formulación de una política de defensa de los derechos lingüísticos, ha creado una Comisión para la Defensa del Idioma Español
2.      Costa Rica promulgó en 1994 su Ley de Defensa del Idioma Español y Lenguas Aborígenes Costarricenses.
3.      La Declaración de Lisboa, aprobada en la XII Conferencia Iberoamericana de ministros de Cultura, insta a promover el español y el portugués en la Red.
4.      La defensa del español en Puerto Rico ya se ha convertido en una verdadera seña de identidad de los puertorriqueños.
5.      Un buen ejemplo del esfuerzo combinado de los países de lengua española para la promoción  internacional del español es el Instituto Cervantes de São Paulo, inaugurado en 2005 por los Príncipes de Asturias, y donde el director es español, el jefe de estudios, cubano; el bibliotecario y el gestor cultural, colombianos; el equipo de gestión, brasileño, y los profesores son argentinos, uruguayos, peruanos, mejicanos y españoles.
Otros Gobiernos de países no hispanófonos también están adoptando medidas de promoción del idioma español en su territorio
1.      En 2005 el Gobierno brasileño ha votado una ley en virtud de la cual  todos los colegios están obligados a ofrecer el español como segunda lengua.
2.      Filipinas acaba de retomar la  enseñanza del español en el sistema educativo.
3.      El propio Gobierno de los Estados Unidos, consciente de la pujanza de la población hispana, ha creado el sitio GobiernoUSA.gov, portal oficial en español del Gobierno de los Estados Unidos y ofrece información oficial y actualizada sobre programas y servicios gubernamentales a nivel federal, estatal y local.
El párrafo 3 de la Declaración de Lisboa, adoptada en el marco de la XII Conferencia Iberoamericana de ministros de Cultura, insta expresamente a "impulsar estrategias encaminadas a universalizar el acceso a las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) y el desarrollo de contenidos digitales, entre otros, a través de programas de alfabetización digital y tecnológica para promover la apropiación social del conocimiento".

La hora de los patriotas


Nuestra economía se encuentra en una coyuntura catastrófica por mor del refrán "de aquellos polvos vienen estos lodos". La desmembración política, económica, social y cultural del estado nos ha situado al borde de la quiebra como economía y como nación. La dependencia financiera de nuestros bancos y empresas nos está poniendo en manos de nuestros directos competidores.

La única salida viable es un pacto de estado PP/PSOE del que salga un acuerdo sobre los próximos presupuestos, y de ambos partidos con el Rey sobre las indispensables reformas de la Constitución, todo ello seguido de un adelanto de las elecciones al año que viene o al siguiente (la disolución del Gobierno y de las Cortes es obligada en el proceso de convocatoria de un referéndum para reformar la Constitución).

Parece claro que el PP será el encargado de proponer y aplicar unos y otras, y que éste es el "último cartucho" del PSOE para demostrar su disposición a sacar a los españoles de la crisis y de la amenaza de la pobreza que se va materializando sobre nuestras cabezas cada día que pasa.

Y lo malo es que casi no queda tiempo para actuar, pues los mercados no nos darán más respiros si no actuamos de manera contundente y clara. Es la hora de los patriotas, y no de los partidos.

Lo que esperamos del PP y del PSOE la mayoría de los españoles es lucidez para encontrar soluciones, una visión clara para definirlas y una voluntad firme para aplicarlas. Si uno u otro vuelve a caer en la tentación de los pactos con los partidos nacionalistas, los mercados nos darán la puntilla, y nuestro futuro dejará de estar en nuestras manos.

viernes, 27 de enero de 2012

La Unión Soviética de Europa


Cuando las superestructuras políticas y administrativas no se corresponden con las realidades económicas y sociales, los conflictos crecen en número e importancia, y el poder político impone por la fuerza una imagen de estabilidad que exige una espiral de intervenciones autoritarias a las que los ciudadanos van resistiéndose con empeño creciente.

La Unión Europea ha dejado de ser un mercado común que, aunque a trancas y barrancas, iba funcionando, para convertirse en un sucedáneo moderno del Sacro Imperio romano-germánico, donde Carlomagno ha sido sustituido por Angela Merkel y Pepino el Breve por Nicolas Sarkozy. Y, como entonces, mientras el imperio se va desmoronando económica y socialmente, la corte de la Emperatriz Angela se empeña en decir que no pasa nada y que, si todos se portan bien, Alemania proveerá.

La Europa política, construida artificialmente y sin contar con los ciudadanos, ha fracasado estrepitosamente, y no la resucitarán ni la banca ni los partidos políticos, que son los que la han llevado a su perdición. Europa se ha convertido en un remedo de la funesta Unión Soviética.  El “gulag” con el que se amenaza al ciudadano que desea resistirse, al verdadero “indignado”, es la quiebra financiera de su Estado y la condena a la miseria económica para él y para sus hijos.

Entre tanto, los ciudadanos y los estados más perjudicados empiezan a asumir que la cosa ya ha dejado de funcionar y comienzan a buscarse  el sustento por otras vías, no siempre legales ni legítimas, en espera de que, si no cambian las cosas radicalmente, aparezca dentro de unos años un Gorbachov europeo que firme el certificado de defunción del producto de este proceso de ingeniería social en que se ha convertido el europeismo militante.

Las dos propuestas "imperiales", a saber, la armonización fiscal, que hundiría aún más a los miembros más pobres de la Unión, y la sumisión de los presupuestos a la aprobación de la Comisión Europea, supondrían una renuncia de los políticos a la soberanía del estado al que representan, una renuncia que tendrían que hacer a espaldas de sus ciudadanos, que ya han manifestado en diversas ocasiones que no desean cedérsela a un órgano político que no han elegido y cuya actuación no pueden fiscalizar.

En definitiva, se pongan como se pongan los políticos soviéticos de Europa, ésta sigue y seguirá siendo una mera denominación geográfica y no una unidad política, y el euro no dejará de ser una moneda de monopoly que durará mientras la banca esté en manos de Alemania.

La única salida a esta situación es que surjan auténticos hombres de estado, capaces de captar la visión que tienen sus ciudadanos de la libertad y del papel que debe desempeñar el Estado en su vida diaria, y de articularla en un programa político que sea realista respecto del presente, y visionario respecto del futuro. Sin el respaldo activo de los ciudadanos, la Unión Europea, como en su día la Unión Soviética, está condenada a desaparecer. 

miércoles, 18 de enero de 2012

Europa: El rey está desnudo


La situación de Francia es un claro indicador de la grave situación por la que atraviesa Europa y, en particular, los países de la Eurozona.

Los más catastrofistas predicen ya una fuerte caída de las acciones y del oro en 2012.

Los optimistas, por su parte, piensan que el hecho de que en 2012 se celebren cuarenta procesos electorales en países importantes (entre ellos Francia, Alemania  y Estados Unidos) puede retrasar la catástrofe hasta 2013.

Pero la situación real es la siguiente:

Europa tiene más triple A fuera de la zona Euro que dentro.

La zona euro acumula 9 billones de deuda y 60 billones en derivados sobre esta deuda

Y lo cierto es que ni la flexibilización monetaria (QE), ni la existencia de un fondo de estabilidad ni el alza de los impuestos han creado nunca productos ni empleos.

La reacción de la UE consiste en atacar a las agencias de calificación, aumentar la presión fiscal, imponer más prohibiciones y condenar a los “alumnos aventajados” por su “competencia dañina”.

En la clasificación anual de libertad económica (Índice de la Heritage Foundation), sólo se considera libres a cinco países: Hong Kong, Singapur, Australia, Nueva Zelandia y Suiza.

Francia es 67ª, detrás de Cabo Verde (66º) y Kazajstán (65º).

Para más “inri”, con la tasa Tobin, los países que ya están haciendo huir a los inversores parece que quieren  tratar de retenerlos cobrándoles  más impuestos.

El cambio de calificación ha aniquilado los instrumentos existentes (Fondo Europeo de Estabilidad): el rey está desnudo. Parece que, paradójicamente, la aceptación de la posibilidad de quiebra es lo único que podría restablecer la confianza, pero con el caso de Grecia, la UE ha optado por la solución soviética (en la URSS la quiebra estaba prohibida por ley).

Así pues, aviso a navegantes: parece que, ya sea en 2012 ya en 2013, catástrofe a la vista.


sábado, 14 de enero de 2012

Los españoles: qué serán y cómo llegarán a serlo


La reciente historia política de nuestro país, a la que se ha unido la grave crisis económica, lleva de nuevo a plantearse una pregunta fundamental: ¿Qué es España y qué significa ser español? Por eso hoy quisiera evocar un interesante ensayo del historiador y antropólogo español D. Pedro Laín Entralgo, titulado La Generación del 98[1] que, en su día, suscitó considerable polémica. 
Pedro Laín estudia y documenta lo que tiene en común un grupo de escritores españoles, hoy reunido a efectos académicos dentro de la llamada Generación del 98, aplicando el concepto de “generación literaria”del alemán Petersen,  y que incluye a figuras intelectuales de la talla de Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, Azorín, Antonio Machado, los hermanos Pío y Ricardo Baroja, Ramón María del Valle-Inclán y el filólogo Ramón Menéndez Pidal.

Laín los agrupa dentro de la corriente del pensamiento “regeneracionista”, que analiza las causas de la decadencia de España como nación, y cuya máxima figura política fue Cánovas del Castillo. La España que nos expone es una nación que sigue sin estar convencida de su propia existencia, y analiza su hipótesis empleando las herramientas que le proporcionan las distintas vertientes de su formación intelectual, empezando por la física, siguiendo con la medicina y terminando con la historia.
Desde el punto de vista de la Física, España es una realidad nacida de la reacción de dos fuerzas: la de la España posible de cada español, y la del enfrentamiento de todas esas posibilidades.

Desde el ángulo de la Medicina, su diagnóstico es que España es una “sed”, una necesidad orgánica de alcanzar nuevos horizontes y realizar empresas universales.

Por último, desde la perspectiva de la Historia, esta sed rebasa el “Fin del protagonismo histórico” al que alude Nietzsche, va “más allá de la muerte” como señala el poeta y ensayista Luis Rosales.  

Laín, al igual que otros intelectuales como Américo Castro o Claudio Sánchez Albornoz, pretende desentrañar una cierta coherencia entre los distintos conceptos de España, en su caso los que se manifiestan a través de la literatura española.

La España “sedienta” está representada por el poeta-soldado Garcilaso de la Vega, Miguel de Cervantes o Cadalso; es la nación que aborda grandes empresas, tratando siempre de vencer y de convencer, reclamando la verdad para sí y poniendo por delante su honestidad cristiana. Es la España de la “Hispanidad” que expone Menéndez y Pelayo.

La España “encontrada” es la colisión entre la España real y desnuda que describe Quevedo y la ideal y adornada de Góngora; la tristemente cómica y material que evoca Cervantes, contrapuesta a la espiritual y optimista de Lope de Vega.  

Y la España "histórica" es la de los nacionalismos románticos enfrentados al centralismo borbónico, que tan bien plasmara Mariano José de Larra en su frase “aquí yace media España, víctima de la otra media”.  Y, siempre, la España de las posibilidades, la España del deber ser, lo que describe Unamuno en “El porvenir de España y de los españoles”: el futuro como preocupación, entonces para los pensadores del Siglo XX y, ahora, para los del Siglo XXI. 

Laín incide con acierto en que, en todo este proceso de reflexión, siempre está presente el inconformismo: la realidad en que nos encontramos es injusta, y esto quizás se explique por la falta de un proyecto de España que sea común, que refleje una aspiración a conciliar el pasado, la historia soñada por la generación del 98, esa “españolidad” de la Castilla medieval anterior a los Reyes Católicos, y el futuro, esa España común que es posible para dar cauce a esa sed de protagonismo histórico, que es el pan del que se alimenta una nación.



[1] La Generación del 98, Espasa-Calpe, Colección Austral, ISBN 978-84-239-7405-4.

viernes, 6 de enero de 2012

Las próximas citas electorales en España



Este año en que celebraremos el ducentésimo aniversario de la Constitución española de las Cortes de Cádiz, más conocida como "La Pepa", se celebrarán en Andalucía elecciones autonómicas que podrían suponer el remate del proceso de cambio político en curso. El Artículo 4 de la citada Constitución de 1812 proclamaba los siguiente: "La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen". 

Este concepto de "obligación" impuesta a la Nación (y no a los políticos) era revolucionario entonces, y aún lo sería en la actualidad.A este respecto, me parece interesante compartir con los lectores el enfoque que da a las elecciones el comentarista político estadounidense Llewellyn H. Rockwell (LewRockwell.com).

Éste afirma que los políticos siempre acaban sirviendo al sistema que les lleva al poder, por lo que todos tienden a dar por descontado el voto de sus “bases” y a tratar de “ocupar el centro político” para atraer el voto “indeciso” y el voto mal llamado “útil”, que más bien cabría calificar de “cobarde” (el elector que vota a un candidato para castigar a otro o para evitar que gane un candidato determinado).

Pero los procesos electorales, por pocas alternativas que ofrezcan,  provocan en los ciudadanos que aspiran a seguir siéndolo (los que buscan las mejores opciones para mejorar las perspectivas de prosperidad económica y social de la sociedad en la que viven) una reflexión sobre cuestiones fundamentales que afectan a su vida cotidiana, como son la libertad, la economía, la cultura, el poder y su utilización, o el papel que debe asumir el Estado.

Así, ciudadanos normalmente atareados y sin tiempo para reflexionar sobre esas cuestiones básicas, se detienen por un momento, analizan de manera detallada el entorno en que viven y trabajan, y se forman opiniones al respecto.

Pues bien, esa debe ser la utilidad básica de cualquier proceso electoral, cualesquiera que sean las alternativas que plantea. Los ciudadanos, a través de su reflexión para la emisión de su voto, trazan nuevas perspectivas de libertad y progreso para tratar de alcanzar la sociedad en la que desearían vivir, que es el material del que deben alimentarse los políticos que tienen sentido de Estado y voluntad de perdurar. Los votantes son conscientes de que hay que evitar el mal mayor, pero los verdaderos ciudadanos saben que evitarlo no equivale a hacerlo bien.

Está claro que las próximas elecciones en España, aún cuando desemboquen en el mejor resultado posible, no responderán a esa expectativa de progreso, pero al menos los ciudadanos que se sienten tales se habrán detenido a pensar en la cuestión de la libertad y en el papel que debe desempeñar el Estado en su vida diaria, y se propondrán actuar en consecuencia.

Europa, otro Estado fallido



La reciente evolución de la economía internacional ha puesto a los europeistas frente a sus propias contradicciones internas.

Con la crisis financiera, se ha puesto en marcha una dinámica de “Estado fallido” similar a la existente en Somalia. La Sra. Merkel y el Sr. Sarkozy se han transformado en auténticos “señores de la guerra” en una economía europea en plena “guerra civil”; la munición empleada son las declaraciones de intenciones de la una y el otro. Ella dice que su país no pagará el coste de los desmanes presupuestarios de los “señoritos” España, Irlanda, Italia, Grecia y Portugal, y él que hay que proceder a los rescates cuanto antes y crear un “nuevo orden económico internacional”.

Como en Somalia, las víctimas son los civiles inocentes que, sin comerlo ni beberlo, se encuentran en medio del fuego cruzado. El resultado del enfrentamiento: el sistema bancario europeo sigue inmerso en la mayor crisis de confianza que se haya conocido nunca, de modo que los bancos prefieren mantener depósitos en el BCE antes que prestar en el mercado interbancario; la actividad bancaria se está resumiendo a pedir prestado al BCE al 1 por ciento para luego comprar deuda pública entre el 2 por ciento (Alemania) y el 7 por ciento (Italia), creando así una crisis de liquidez que está resultando letal para la actividad económica de la zona euro; salvo en Alemania, las tasas de paro están subiendo en todos los países de la eurozona; el impulso económico derivado de las exportaciones se está desvaneciendo a medida que la crisis se extiende a los grandes países importadores (China e India); la paranoia económica comienza a traducirse en una confusión política de la que nada bueno cabe esperar; la supervivencia del euro como moneda común se cuestiona cada vez más, y la Unión Europea está desapareciendo del escenario internacional en favor de Alemania.

Como decía el articulista P.A. en la revista Índice, allá por los setenta, “Europa es una posada de pícaros, donde cada uno come de lo que trae, siempre que no se lo robe otro comensal”. Resulta cada vez más evidente que, tanto Alemania como Francia, lo único que buscan es atenuar el impacto de la insolvencia de los PIIGS sobre sus propias economías y, una vez logrado este objetivo, que cada palo aguante su vela… Lo malo es que parece que palo y vela van a consumirse en la hoguera de los mercados.

martes, 3 de enero de 2012

Con ocasión del Centenario de la muerte de Oscar Wilde


(Texto escrito en 1998)

Tanto en el mundo de la cultura como en el político, los centenarios no suelen ser sino un pretexto o bien para hablar de alguien de quien ya se habla mucho (asísuele ocurrir en el ámbito político o de los negocios), o bien para llevar al terreno de la actualidad a aquellos de los que hace ya tiempo que no se habla (asísuele ocurrir en el mundo cultural). En el año 2000, es decir, a la vuelta de la esquina, se celebrará - o debería celebrarse - el centenario de una figura única en el panorama cultural del siglo pasado: Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde o, más brevemente - para sus amigos y enemigos - Oscar Wilde. Ya sé que aún faltan dos años para que se cumpla el centenario, pero también sé, como modesto observador, que el interés que suscitan estos acontecimientos puramente cronológicos terminan al día siguiente de cumplirse el centenario. Por eso me atrevería a sugerir a los editores españoles que, pese a no tratarse de un autor español, iniciaran un ciclo de homenajes en torno a la figura del autor irlandés, ciclo que habría de culminar en el año 2000 con algún acto público más o menos protocolario, de modo que se propiciara la lectura de sus obras, algunas de ellas retraducidas, y otras adaptando su presentación al gusto actual.

¿Qué queda hoy en la memoria del público del que fuera mayor exponente del dandismo decimonónico? ¿Cuando fue la última vez que se repuso alguno de sus éxitos teatrales en Madrid o Barcelona? ¿Cuántos de entre nuestros políticos, nuestros grandes banqueros, nuestros hombres de negocios o nuestros jóvenes han leído El retrato de Dorian Gray y entendido su trasfondo ético?¿Quién recuerda sus poemas, la mayoría al gusto de la época en que le tocó vivir, pero otros, como la Balada de la cárcel de Reading, tan arrebatadores hoy como el día en que fueron escritos? Y ¿qué queda hoy de la parte que considero más injustamente olvidada de su obra, que es la que constituyen sus ensayos y obras críticas?

Los de mi generación aún recordamos la ironía, el humor, la agudeza crítica que puso Wilde en boca de los personajes de obras teatrales como La importancia de llamarse Ernesto, y ello gracias a que, en la época de la televisión única, TVE presentaba un día a la semana una obra teatral de renombre. Interesa señalar que La importancia de llamarse Ernesto fue escrita originalmente en cuatro actos pero, por obra y gracia de un productor teatral londinense de la época, George Alexander, quedó reducida (con la culpable aquiescencia de Wilde) a tres y perdió a dos de sus personajes, amputación que perpetuó el editor de la obra, Leonard Smithers (aquí hago un guiño a nuestros productores teatrales y nuestros editores, para que
se atrevan con la versión íntegra[1]).

No cabe duda que el éxito de Oscar Wilde se fraguó en los escenarios. Tanto es así que, caso insólito en los escenarios teatrales londinenses de finales del XIX, llegaron a representarse tres de sus obras teatrales simultáneamente bajo los aplausos entusiastas de la sociedad victoriana (se trataba de Un esposo ideal, Una mujer sin importancia y La importancia de llamarse Ernesto). Sin embargo, el éxito no le ponía al abrigo de las críticas de esa misma sociedad que en los teatros vitoreaba sus obras. Su modo de vida desinhibido y los escándalos que no temía provocar hicieron, por ejemplo, que Salomé, otra de sus obras (escrita en francés durante una estancia en París y dedicada al parnasiano Pierre Louÿs) fuera objeto de las iras del entonces Lord Chambelán, que impidió que se pusiera en cartel invocando una ley por la que se prohibía la representación de personajes bíblicos sobre los escenarios; tal prohibición se mantuvo pese a que Sarah Bernhardt, la estrella teatral indiscutible de aquella época, trató de producirla y protagonizarla, e incluso llegó a ensayarla durante tres semanas en un gran teatro londinense.

Al triunfo de sus obras teatrales vinieron a sumarse los éxitos obtenidos por sus cuentos para niños (y no tan niños), tales como El príncipe feliz o El gigante egoísta, por su novela emblemática, El retrato de 
Dorian Gray[2] o por la deliciosa novela El fantasma de Canterville.[3]

Sin embargo, todo este ingenio, esa visión tan peculiar de la vida y el arte, ese hedonismo demoledor y ese dandismo descarado que siempre caracterizaron al personaje de Oscar Wilde son reflejo de una sólida base intelectual y estética que éste supo plasmar magistralmente en sus ensayos y obras críticas. Esta parte de su obra es eminentemente didáctica, y expone con gran claridad su visión de la labor crítica en general, y del valor del arte para la sociedad en particular. Las bases fundamentales del pensamiento crítico de Wilde están recogidas en la colección de ensayos titulada Intenciones (1891), ensayos en los que rompe definitivamente con Zola, Henry James y todo el naturalismo, no sólo literario (cuyos representantes, dice, escriben ficción como si se tratara de una experiencia dolorosa), sino con el que predominaba entonces en todos los campos ("Si la naturaleza fuera confortable, la humanidad nunca hubiera inventado la arquitectura, y yo al menos prefiero las casas antes que el aire libre"). En otros ensayos titulados La aparición de la crítica histórica (1877), El alma del hombre bajo el socialismo (1891) y De profundis (publicado póstumamente en 1906), el autor fue desarrollando su pensamiento crítico, si bien las bases de éste ya quedaron claramente asentadas en Intenciones. Para Oscar Wilde, la naturaleza imitaba al arte tanto como lo contrario, y para demostrarlo solía recurrir al siguiente ejemplo: existe una gran diferencia entre ver y mirar; la bruma ha existido en Londres desde tiempo inmemorial, y todos la habían estado viendo sin mirarla hasta que los pintores y los poetas alabaron y mostraron la belleza de los efectos que ésta produce; es decir, fue una cosa que no existió para el hombre hasta que el arte la inventó. En cierta ocasión, le preguntó a André Gide:—¿qué ha hecho usted desde que nos despedimos ayer? Gide, ingenuamente, le hizo un aburrido recuento de sus diversas actividades cotidianas. Cuando acabó, Wilde le preguntó:—¿Es cierto? ¿Eso es lo que ha hecho usted desde ayer? ¿Y porqué volverlo a contar? Ya ve usted que no presenta absolutamente ningún interés. — Es cierto, dijo Gide apesadumbrado. — Entienda usted que hay dos mundos, dijo Wilde, el que existe sin que se hable de él, al que llamamos "mundo real", porque no es necesario hablar de él para que exista, y el "mundo del arte", del cual es necesario hablar pues de otro modo, no existiría.

La originalidad que demostró Wilde en el terreno artístico también translució en el ámbito político. Oscar Wilde fue partidario de las ideas socialistas pero, como siempre cuando de él se trataba, con una visión peculiar, propia, personal y crítica. En efecto, consideraba que las ideas socialistas habían de triunfar porque, paradójicamente, pensaba que sólo por medio del socialismo podría llegarse al necesario individualismo que permitiría la realización plena de la humanidad en su conjunto. Algunos se preguntarán: ¿En qué quedamos, socialismo o individualismo? Ambos conceptos no fueron nunca incompatibles, a pesar de las conclusiones que algunos puedan extraer hoy de la experiencia comunista en los países del este. Para Wilde, a través del socialismo había que lograr que el hombre se liberara de aquellas faenas que, siendo más propias de animales que de seres pensantes, había de realizar para atender a su sustento; de este modo, podría desarrollarse plenamente como individuo, y ajustar su conducta a la máxima wildeana según la cual "El verdadero valor del hombre no radica en lo que posee, sino en lo que es"; en esta visión del socialismo, el Estado se encargaría de lo que resultara útil, y el hombre de lo que resultara bello. Esta interpretación, que muchos tacharán de utópica, no le hizo pasar por alto los siniestros derroteros que ya tomaba el pensamiento socialista de finales del XIX, y advirtió premonitoriamente contra los peligros de lo que llamó "las tiranías industriales", en las que el único cambio consistiría en que el Estado acabara por detentar, además del poder político, el poder económico, quedando el hombre reducido a una situación aún peor que la anterior. Para Wilde, el objetivo del socialismo ha de ser acabar con el dolor y el sufrimiento, para que el hombre llegue a estar en plena armonía consigo mismo y con su entorno, lo cual desembocará necesariamente en el individualismo, y la humanidad nunca ha conocido expresión más intensa del individualismo que el Arte.

También su dandismo tenía una sólida base intelectual, y explica tanto su preocupación por la apariencia exterior como las dosis de pasión con las que supo adornar todos los detalles de su vida. Lo afirma claramente cuando escribe que "la vida misma es un arte y, al igual que ocurre con las artes que pretenden expresarla, tiene sus propios modos estilísticos".

Sin embargo, para sus admiradores su mayor obra de arte fue su propia vida, que supo convertir en un ejemplo palpable de que, a veces, la naturaleza es la que imita al arte. Quienes le conocieron en vida (entre sus coetáneos famosos con los que trabó relación cabe citar a George Bernard Shaw, Stéphane Mallarmé, Sarah Bernhardt, Paul Verlaine, Victor Hugo, Pierre Louÿs, Walt Whitman, Edgar Degas y André Gide) coinciden en afirmar que su conversación era, con mucho, superior a su obra escrita. Su vida era un guión, y él no era sino su histriónico protagonista. En cierta ocasión declaró: "He puesto en mi vida todo mi genio, en mis obras tan solo mi talento". Reflexionaba críticamente sobre todo aquello que llegaba a su conocimiento, recurría con frecuencia en la conversación a los apólogos (alegorías que contienen una enseñanza moral), reinventaba la realidad para hacerla más hermosa, trataba de dotar a todo lo que le rodeaba de un verdadero sentido artístico, si no para los demás, sí al menos para él. El arte lo era todo para Wilde, y se esforzaba en todo momento por transmitir su visión a quienes le rodeaban; así, en cierta ocasión, cuando un amigo escritor le afirmaba no comprender la obra de otro artista, Wilde le respondió: "Hay artistas de dos tipos: unos aportan respuestas, y los otros, interrogaciones. Hay que saber si uno es de los que responden o de los que interrogan, pues el que interroga no es nunca el mismo que responde. Hay obras de arte que esperan, y que permanecen incomprendidas durante mucho tiempo; esto se debe a que aportan respuestas a preguntas que aún no se han formulado, pues en Arte, con frecuencia, la pregunta llega mucho después que la respuesta."

Oscar Wilde afirmó que el Arte comenzaba donde terminaba la imitación y que, mientras la naturaleza, al crear, siempre se reproducía a sí misma, lo que Dios y el hombre creaban era irrepetible. En consecuencia, decía, todo lo que se gana para la vida, se pierde para el arte, pues la primera es el disolvente en que desaparece el segundo. Esta última afirmación había de resultar, muy a su pesar, profética.

En efecto, la vida lo alcanzó en los tribunales londinenses, y disolvió casi todo vestigio de su arte. Una cuestión de “costumbres” que le enfrentó al Marqués de Queensberry (el mismo que acuñó las reglas del noble arte del boxeo) le hizo acudir —mal aconsejado por Lord Alfred Douglas, su amigo e hijo del citado marqués — a los tribunales. Aunque llegó a darse cuenta de su error[4], no quiso huir de Inglaterra, y el tribunal acabó por condenarle a dos años de trabajos forzosos. Esos dos amargos años de su vida transcurrieron entre la cárcel de Reading y la prisión de Pentonville, sometido a un régimen de vida penosísimo y alejado de todos y de todo aquello que hubiera podido atenuárselo. Allí alcanzó a conocer a un preso, Charles Thomas Wooldridge, antiguo soldado de la Real Guardia Montada, condenado a muerte por haber asesinado a su esposa. Tres semanas después de su encuentro con Wilde, fue ahorcado y enterrado en una fosa junto a los muros de la prisión. Profundamente afectado por su situación, Wilde escribió una carta a Lord Alfred Douglas: De profundis. Esta carta, dirigida al causante — voluntario o involuntario (depende de las versiones) — de todos sus males, comenzaba con un análisis de la relación que le unía a Bosie (Lord Alfred Douglas), y terminaba con la exposición de la que iba a ser su posición intelectual definitiva ante la vida a partir de aquél momento, de las condiciones en que deseaba volver a encontrarse con el mundo, de la evolución de su carácter y de lo que todavía esperaba realizar. Esta carta constituye también una de sus obras críticas de mayor importancia; en ella quedaron reflejadas, además, todas sus contradicciones, su ocasional falta de sinceridad y, por primera y última vez, no pareció importarle lo que pensara el público de su prestación.


Su impulso artístico aún había de manifestarse en otro sobresalto, un canto del cisne que pusiera punto final a su existencia de artista. Desde su exilio francés, para el que adoptó significativamente el nombre de Sebastian Melmoth, el personaje de Charles Maturin[5], logró que esa misma estancia en prisión de la que antes se avergonzó acabara por engrandecerle. Tanta tragedia, fealdad, miseria y abandono como experimentó durante aquellos dos infernales años le llevaron, desde la libertad de su exilio francés en Berneval, a evocar la visión de la vida desde una celda de prisión en una poesía trágica y estremecedora: la Balada de la cárcel de Reading. Esta fue la última - y para muchos la mejor - obra poética de Wilde; en ella, el preso evoca desde la soledad de la celda el brillo de su pasado y la oscuridad e injusticia de la situación en la que se encuentra.

El editor Leonard Smithers (otra vez él), que se vanagloriaba de aceptar todas las obras que los demás no se atrevían a publicar, publicó la obra utilizando un seudónimo para el autor (por petición expresa de Wilde); en el lugar que hubiera debido ocupar el nombre del autor, sólo figuraban una letra y dos números: "C.3.3.", el número de matrícula de Wilde en la prisión. Como tributo a la memoria de lo que allí vivió, el autor incluyó la siguiente dedicatoria: "a C.T.W., alguna vez soldado de la Real Guardia Montada".

Pese a intentarlo, nunca fue capaz de escribir otra obra de teatro que le permitiera volver a la sociedad con la cabeza alta (afirmaba que los hombres sólo recordaban a las personas por lo último que habían hecho), y así vivió retirado hasta el final de su vida. Aún escribiría algunas líneas antes de su muerte, que lo sorprenderá en el Hotel d'Alsace de París, el próximo viernes 30 de noviembre del año 2000 –  a las dos menos diez de la tarde –  hará cien años.

Fernando Peral
Febrero de 1998

[1] The importance of being Earnest and other plays, enriched classic, Simon & Schuster, New York, 2005.
[2] Esta obra fue adaptada para el cine, primero en 1915 por los directores rusos Vsevolod Meyerhold y Mikhail Doronin, luego con gran éxito por Albert Lewin en 1945 (obteniendo un Oscar y donde llama poderosamente la atención la inquietante belleza de su protagonista, Hurd Hatfield), y en 1971, con menos éxito, por Massimo Dallamano (Dorian Gray, protagonizada por Helmut Berger).
[3] También llevada a la gran pantalla con gran éxito bajo la dirección de Jules Dassin y protagonizada por un verdadero gigante del séptimo arte, Charles Laughton.
[4] Más tarde diría a quien quisiera escucharle que su caída se debió a una falta de individualismo, pues ya que había vivido en constante desafío a las leyes de la sociedad, nunca debió de haber recurrido a ellas para defenderse de sus enemigos.
[5]Charles Maturin: Melmoth el errabundo.